Prohibir libros
Para prohibir algo, esto debe haber estado en uso, boga, circulación, actividad o el término que mejor lo describa. En Europa, por ejemplo, hay, valga la expresión, un mundo de gente diversa y a veces ya no se aguantan los unos a los otros. En los últimos años, los ataques contra civiles por parte de grupos que han endurecido su protesta (religiosa, territorial, étnica, etc.), ha hecho muy cautelosa y prolija a la población. Estas cautelas o, en muchos casos, francos rechazos, se manifiestan en las bibliotecas, componentes importantes de aquellas sociedades. Gente a disgusto con los libros que albergan, las han atacado: incendios, destrozos, pintas y similares. No les gusta que haya libros sobre el islam y en árabe, por ejemplo; que haya visiones positivas de Cuba, en otras latitudes; que haya libros sobre tal otra religión, sobre sexo, sobre ciencia. No les gusta lo distinto.
El pasado mes de mayo salió en El País un artículo titulado ¿Prohibimos ese libro en la biblioteca? Aborda casos recientes de ataques a bibliotecas en París, protocolos para actuar al respecto en el Estado Español, la censura en Estados Unidos, que es constante y evidente y da cuenta de otras experiencias en torno a la intolerancia en los recintos que albergan libros.
Dice el texto que en París han incendiado 31 bibliotecas desde 2005 a la fecha. Es muy difícil encontrar en una ciudad de la República Mexicana 31 bibliotecas lo suficientemente activas, surtidas, equipadas, organizadas, interesantes y que gocen de un impacto importante entre la población, como para ser blanco de ira y ataques. No sin carga de ironía, se puede decir que las bibliotecas de barrio en este país pueden respirar a gusto o seguir durmiendo, porque seguro no serían blanco de ningún tipo de ataque. Su vinculación con la gente de los alrededores o es nula o mínima o extraordinariamente significativa como para tenerse en cuenta. En este país podría haber libros sobre cómo cavar túneles para escapar de prisión, con una moto incluida, y nadie, en muchos, muchos años, se daría cuenta de que tal material estaba ahí, en una biblioteca de barrio en algún lugar de la capital mexicana.
Para leer la nota: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/05/28/catalunya/1464463658_580291.html |