Bibliotecarios dentro y fuera de la literatura
Jorge, el bibliotecario, de El Nombre de la Rosa, es quizás la mejor representación estereotipada del bibliotecario de todos los tiempos: un hombre viejo, sabio, sombrío bajo una capucha, siempre con un viejo tomo en la mano y celoso guardián de libros, bibliotecas y conocimiento. Como homenaje a otro Jorge, a Borges, es ciego. El bibliotecario tiene discapacidades sociales, sabe mucho y, o es bueno o es malo. La bibliotecaria, por su lado, suele ser una mujer nada atractiva, conservadora, de apariencia muy formal y severa, con la mano en los labios pidiendo silencio y buscando en todo momento a quién castigar. Ambos son estereotipos que funcionan muy bien en la literatura. En la vida real puede ser que algunos bibliotecarios encajen en este modelo. Por ejemplo, en Estados Unidos la administración y atención de las bibliotecas es una actividad típicamente asociada a las mujeres, como las educadoras o las enfermeras. Quizás algunas sean tan severas y usen lentes grandes.
En la vida real, especialmente en la realidad latinoamericana, las cosas cambian drásticamente. Las bibliotecas nunca han alcanzado un desarrollo como en otros países con tradición lectora. Las bibliotecas que más se usan pertenecen a instituciones educativas públicas y privadas y su uso suele ser para cubrir requisitos académicos. Las bibliotecas públicas de la red nacional siguen reportando números positivos, pero una visita a las mismas desmiente las cifras. Hay excepciones, por supuesto, como las bibliotecas comunitarias en Argentina y Venezuela, o los círculos de lectura que en algún momento han fungido como bibliotecas en México, pero son proyectos que requieren apoyo para ser sostenibles.
Los bibliotecarios y bibliotecarias que viven afuera de la literatura tal vez no son una señorita pudorosa ni un monje lóbrego. Son trabajadores que, en el caso de países en desarrollo, se enfrentan a muchas carencias, a veces no tienen la preparación y actualización adecuada, trabajan con recursos y presupuesto limitados. Si están en una biblioteca que recibe presupuesto público, muchas veces no pueden hacer más que atender, con lo que tienen, a los usuarios, que en algunos casos tampoco son muchos. Como los profesores, el personal bibliotecario en provincia se enfrenta a otra larga lista de carencias y limitantes. Al cabo del tiempo, al haber poco presupuesto, pocos usuarios y poco interés en desarrollar una red sólida y activa y de libros y lectores, las bibliotecarias y los bibliotecarios, no son como los de la ficción literaria. Son personal que trabaja en un área a la que tradicionalmente se le ha prestado poco interés en nuestros países. |